Amado Señor, vela a los que se despiertan o están en vela o lloran esta noche, y encomienda a tus ángeles a los que duermen. Atiende a los enfermos, da descanso a los cansados, ten piedad de los afligidos, alivia a los que sufren, bendice a los moribundos, y todo por tu amor. Amén. (San Agustín c. 354-430)
Escribe tu bendito nombre, oh Señor, en mi corazón, para que quede allí tan indeleblemente grabado que ninguna prosperidad, ninguna adversidad, jamás me aparte de tu amor. Sé para mí una torre fuerte de defensa, un consuelo en la tribulación, un libertador en la angustia, una ayuda siempre presente en momentos de angustia y una guía al cielo a través de las muchas tentaciones y peligros de esta vida. Amén. (Tomás de Kempis, c. 1380-1471)
¿Qué importa, oh Señor, si el futuro es oscuro? No rezo por mañana sino por hoy. Mantén firme mi corazón y concédeme tu luz, solo por hoy. Amén. (Teresa de Lisieux, 1873–1897)
Dios todopoderoso y misericordioso, nuestra única fuente de salud y curación, solo tú puedes traer calma y paz. Concédenos a nosotros, tus hijos, una conciencia de tu presencia y una fuerte confianza en ti. En nuestro dolor, nuestro cansancio y nuestra ansiedad, rodéanos con tu cuidado, protégenos con tu amoroso poder, y permítenos una vez más disfrutar de la salud, la fuerza y la paz; a través de Jesucristo nuestro Señor. Amén.