“Al despedirse de sus hermanos, José les recomendó: «¡No se vayan peleando por el camino!»” (Génesis 45.24, NVI)
¡José conocía bien a sus once hermanos! Tenían la tendencia de pelear entre sí, así que les dio un consejo sabio cuando ellos partieron de Egipto para ir a Canaán a traer a su padre Jacob y sus familias a vivir en Egipto. La familia de Jacob (de la que nació Jesús 1.800 años después) iba a estar aislada en Egipto por un tiempo, fuera de la tierra que el Señor les prometió. José sabía que el pecado de ellos fácilmente podría interrumpir la armonía familia.
Todos nosotros estamos aislados ahora, y si estamos en la presencia de las mismas personas constantemente, es muy posible que hagamos cosas que provoquen peleas y desacuerdos. En un mundo pecaminoso, esto no es anormal, pero si no resolvemos los conflictos, ¿qué nos puede suceder? En vez de buscar la reconciliación, nos apartamos cada uno a un estado de aislamiento emocional y enojo, guardamos rencor y dejamos que la guerra continúe. Buscamos más oportunidades para contraatacar, para vengarnos y comprobar que tenemos razón.
Si te es insoportable el distanciamiento social, ¿cómo será para ti si un pleito te distancia aun más de un familiar? ¿Cómo afectará esto a ese familiar que te necesita más que nunca? ¿Y cómo afectará esto tu relación con el Señor? ¿Tendrás el deseo de buscarle a él en su Palabra o en la oración si tu corazón está lleno de disgusto por una persona que se supone que amas? ¡Probablemente no! Claro que no queremos que esto suceda en nuestros hogares, pero si sucede, necesitamos estar preparados para lidiar con la situación, y mediante Jesús estamos preparados. ¿Qué nos dice?
“Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.” (Mateo 18.15, NVI) ¿Qué debemos hacer? Por amor buscar la reconciliación con la otra persona sin demora. Admitir la culpa si es que la tenemos y perdonar si hemos sido ofendidos. Lee la historia de José y sus hermanos en Génesis 37 y 38 al 50 para ver cómo el pecado hace daño a una familia y cómo el poder del perdón la restaura. Además, lee este pasaje de la Biblia para animarte:
“Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol…Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4:26, 29–32, NVI)
En este tiempo de crisis, el pecado desenfrenado destruirá nuestras familias. ¡El amor de Dios en Cristo y el perdón que inspira en nuestros las preservará y las edificará!