Por mucho que odiemos ser juzgados, eso es lo que hacemos todo el día. Juzgar el carácter, las elecciones, la ropa, la personalidad, la forma de manejar, la crianza y casi todo lo demás. En esta sección de Romanos, se nos recuerda que nadie puede hacer frente a los estándares de Dios. El juicio que dirigimos a los demás está regresando a nosotros. No me importa quién eres, sin gracia nadie gana.