No es fácil sufrir. Queremos contraatacar y vengarnos. Pero como seguidores de Jesús, vivimos de una manera nueva. No devolvemos mal con mal, sino mal con bien. ¡Estamos llamados a bendecir activamente a las personas! ¡Incluso a las personas difíciles de bendecir! Si tenemos miedo de la gente, mantendremos la boca cerrada y no compartiremos la esperanza vivificante que tenemos para compartir. Recordemos la esperanza viva de la Pascua. Eso nos abrirá la boca y nos dará motivos para compartir nuestra esperanza. ¡Tenemos una esperanza viva y eterna! La muerte no es la última palabra. La fe que el Espíritu Santo nos ha dado nos lleva a esa esperanza. ¡Nuestro “sufrimiento” conducirá a la esperanza para muchos!