Jesús sabe lo que es ser ridiculizado, abandonado y humillado. Él sufrió por nosotros y al hacerlo, nos dio una razón para vivir para Él, incluso cuando eso sea difícil o signifique sufrimiento para nosotros. El primer enemigo con el que tenemos que luchar es nuestro propio yo pecaminoso. Anhela cosas que Dios sabe que no son buenas para nosotros. Dejemos que Dios cambie nuestros corazones y mentes, lo que comenzará a cambiar nuestro comportamiento. La mejor manera de hacerlo es vivir con el fin en mente, especialmente cuando el camino es difícil. Vivir para Dios incluye dominio propio, sabiduría, amor, mostrar hospitalidad, servir, dar. Hacemos todas estas cosas juntos como el cuerpo de Cristo que somos.