La culpa es una carga que a menudo soportamos solos. Sentimos la vergüenza de los pecados pasados y la frustración de caer en las trampas de los pecados habituales y repetidos. Y ante esa culpa y vergüenza, podemos tener miedo de decírselo a alguien. Ante la culpa el corazón cristiano se dirige a Dios cada vez.