Morir parece tan normal porque le sucede a todo el mundo y por eso es tentador pensar que es sólo una parte de la vida que Dios diseñó para nosotros… pero no lo es. La muerte no es nuestra amiga, ni es algo a lo que debamos “acostumbrarnos” simplemente porque parece inevitable. La muerte es consecuencia del pecado y nuestra enemiga…una enemiga que ha sido derrotada por Cristo, quien quitó el pecado del mundo. Como creyentes en él tenemos una esperanza segura y certera frente a la muerte, la esperanza de una vida real, eterna y física en un mundo como Dios originalmente quiso que fuera.